La Deidad de Cristo

Dr. José Carrizales

Pastor de la Iglesia Bautista Puerta la Hermosa de San Antonio, TX.

 Cuando nos referimos a la Deidad de Cristo estamos hablando del “Unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18), del que es desde el Principio con el Padre; el Emmanuel (Dios con nosotros), Dios Hecho carne; del que es “el mismo ayer, hoy y por los siglos de los Siglos”, del que hizo todos las cosas, y quien sin nada de lo que ha sido hecho hubiera sido hecho.

La Deidad de Cristo es más que una de las grandes doctrinas fundamentales; debe ser un hecho y una realidad conciente en la vida de todo creyente.

Ciertamente otras de las Doctrinas Bíblicas son de importancia perenne como, la Inspiración de las Sagradas Escrituras, el nacimiento virginal del Jesús, Su muerte expiatoria, su inminente regreso, etc. etc. sin embargo a raíz de la pregunta: “¿Qué Hombre es éste?” (Mateo 8:27). Es en la doctrina de la Deidad de Cristo en que descansan todas las demás verdades Bíblicas.

En respuesta a la pregunta que hizo a los discípulos, Pedro contestó: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, a lo que Cristo afirmó que tal confesión no fue por intuición humana sino por revelación del Padre que está en los cielos. (Mateo 16:13- 17).

De las Escrituras derivamos que Jesucristo, es verdadero Hombre y verdadero Dios. Jesucristo era tanto Dios como si nunca hubiera tomado forma de hombre. Todo lo que el Padre ha hecho, está haciendo y habrá de hacer es a través de su Santo Hijo, quien es la Plenitud de la Deidad, la imagen misma del Dios invisible, el Primogénito de toda creación, el que es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten. Con todo, desde aquellos tiempos de Su ministerio terrenal, y hasta el día presente, hay quienes siguen indagando ese enigma de los siglos: “¿Qué Hombre es éste?” (Colosenses 1:13-20).

Pero, no obstante, las conjeturas erróneas y suposiciones de los hombres incrédulos, Dios resumidamente declara que: “en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad.” (Colosenses 2:9).

El Apóstol Pablo, por inspiración Sagrada hace uno de las conclusiones mas acertadas que pudiera hacerse acerca de “¿Qué Hombre es éste?” diciendo: “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad(deidad/divinidad): Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria. (1Tim. 3:16).

Otra vez en los escritos Paulinos, se descubre la sublimidad y la exaltación del Cristo, el Hijo del Dios Viviente. “Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio Nombre que es sobre todo nombre, para que en el Nombre de Jesús, se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es EL SEÑOR, para Gloria de Dios Padre”. (Filipenses 2:9-11).

Y de nuevo Pablo reitera en la Epístola a los Hebreos: “El cual siendo el resplandor de su Gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la Palabra de Su Poder, habiendo efectuando la purificación de nuestros pecados por medio de si mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Mateo 26:64, Marcos 16:19, Hechos 7:56, Romanos 8:34, Efesios 1:20, Col. 3:1, Hebreos 1:3, 8:1, 10:12; 12:2, 1Pedro 3:22).

En la Doctrina de la Deidad de Cristo descansa el plan de salvación único. Si Cristo, como se contiende por unos, hubiera sido solo un hombre bueno, un Maestro excepcional y nada más que un gran profeta de su pueblo, su muerte en la cruz no tendría valor alguno y su Resurrección de entre los muertos nunca se hubiera realizado, y vana sería la predicación, sería una mentira nuestra fe, y aun estaríamos en nuestros pecados y seríamos los más dignos de conmiseración de todos los hombres si Cristo no hubiera probado su eterno poder y Deidad con su Resurrección … mas resucitado… Dios lo levantó. En Apocalipsis 1:18 dice de si mismo: “Yo Soy el Primero y el Último, el Alfa y el Omega, el Todo Poderoso; … y el que Vive, y estuve muerto, mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén.”

Con todo y esto, siempre desde el tiempo de los apóstoles ha habido hombres impíos que se han opuesto a la verdad y a la sana Doctrina, que niegan a Dios el único Soberano, y a nuestro Señor Jesucristo, que vino del Padre y al Padre volvió. Sobre los que tal hacen ya de largo tiempo la condenación no se tarda y su perdición no duerme.

Los ataques, sobre la Deidad de Cristo, persisten en este nuevo siglo XXI, por profesores en los Seminarios, por predicadores en los pulpitos, por los profanos y murmuradores entre el público, porque el diablo sabe que si siembra la cizaña en el corazón y la mente humana como lo hizo con Eva en el Edén, se derrumbaría la promesa sobre la que descansa la verdad y la esperanza de salvación única. Mas a Dios gracias que nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto ni tampoco se podrá jamás quitar lo que es columna y baluarte de esa gran verdad del evangelio que se personificó en la misma persona de sí Mismo diciendo: “Yo SOY el camino, la verdad y la Vida, y nadie viene al Padre sino por Mí.”

Oh Bendita Verdad, Verdad indiscutible, indisputable, indubitable e inequívoca: La Deidad de Cristo.

La Centralidad de la Biblia es Jesucristo desde Génesis 1:1 hasta Apocalipsis 22:21, Su tema y propósito principal es Jesucristo.

La Biblia toda es Cristo-céntrica. La Centralidad de Cristo en la Biblia no solo consta en que al Padre le agradó que en Él habitase toda plenitud, pero que también en todo tuviera la preeminencia. Nadie le precede; Él supera todo en grandeza y poder y majestad, y esto se evidencia en que:

? Todo el sentir Divino eternamente se enfoca en Cristo.

? Todo pensamiento y ministerio de los ángeles se concentran en Cristo.

? Todo el odio y la astucia de Satanás convergen hacia Cristo.

? Toda esperanza humana junto con toda su ocupación deben tener a Cristo como centro.

? La creación y la conservación del universo material tiene como centro a Cristo.

? Y toda la Palabra Escrita de Dios enfoca y hace de Cristo su centro. La Deidad de Cristo se hace patente en el Antiguo Testamento.

1. En el Principio Dios (“El” es el nombre singular de Dios, Elohim es el Plural) Génesis 1:1. En este caso se usa la forma plural “Elohim” que figura la Trinidad. En Gen. 1:26 dice: Hagamos al Hombre claramente refiriéndose a la Divina Trinidad.

2. David escribió en los Salmos: “El Señor dijo a Mi Señor… “(Salmos 110:1)

3. La profecía de Isaías es de gran significancia cuando difiere entre el hijo nacido y el hijo dado: “Hijo os es nacido, hijo os es dado” (Isaías 9:6). (Conf. Juan 3:16).

4. Aun Salomón hace la pregunta mil años antes de Cristo: “¿Cuál es el Nombre de su Hijo, si sabes?” (Prov. 30:4,5)

5. Zacarías: “y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán…” (Zacarías 12:10)

La Deidad de Cristo exhibida en el Nuevo Testamento.

1. En su nacimiento: “Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo.” (Gálatas 4:4)

2. En su Omnipotencia la manifestó

a. Sobre la Naturaleza

b. Sobre el Hombre

c. Sobre los Demonios

d. Sobre el Pecado

e. Sobre la Muerte

3. En Su Omnisciencia

a. Cuando los discípulos dijeron “Ahora entendemos que sabes todas las cosas”. (Juan 16:30)

b. Al conocer los pensamiento de los Escribas y Fariseos (Mateo 9:30; Lucas 5:22).

c. Sabía que Judas le entregaría (Juan 13:11).

d. Sabía que su hora, para lo que había venido, había llegado. (Confr. Juan 7:30 y Mateo 26:45).

4. En Su Omnipresencia

a. Promesa de estar con sus discípulos hasta el fin (Mateo 28:20)

b. Promesa de estar en medio de los que le adoran, aunque sean 2 ó 3. (Mateo 18: 20).

c. En la vida cristiana al decir Pablo “Ya no vivo yo, sino Cristo en mí” (Gálatas 2:20), y otra vez hace referencia de la omnipresencia de Cristo diciendo “Porque esta noche ha estado conmigo el Ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo.” (Hechos 27:23). Cristo mismo declara en forma patente y concluyente su Deidad cuando afirma “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30) y “el que me ha visto a mí, ha visto al Padre.” (Juan 14:9).

Cerramos este artículo sobre la Deidad de Cristo citando a Isaías 9:6 y 7 “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, (cuando al fin venga Su Reino y reine como Rey de Reyes y Señor de Señores) sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.”

Que dicha, que Gloria, amarle sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no le vemos, nos alegramos con gozo inefable y glorioso, pues como se lee en Hebreos 10:37: “un poquito y el que ha de venir vendrá y no tardara”, para recogernos a Él y compartir con nosotros su Gloria Eterna. Sí, Ven Señor Jesús. Amén.

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  1. Cuando nos referimos a la Deidad de Cristo estamos hablando del “Unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18), del que es desde el Principio con el Padre; el Emmanuel (Dios con nosotros), Dios Hecho carne; del que es “el mismo ayer, hoy y por los siglos de los Siglos”, del que hizo todos las cosas, y quien sin nada de lo que ha sido hecho hubiera sido hecho.
    La Deidad de Cristo es más que una de las grandes doctrinas fundamentales; debe ser un hecho y una realidad conciente en la vida de todo creyente.
    Ciertamente otras de las Doctrinas Bíblicas son de importancia perenne como, la Inspiración de las Sagradas Escrituras, el nacimiento virginal del Jesús, Su muerte expiatoria, su inminente regreso, etc. etc. sin embargo a raíz de la pregunta: “¿Qué Hombre es éste?” (Mateo 8:27). Es en la doctrina de la Deidad de Cristo en que descansan todas las demás verdades Bíblicas.
    En respuesta a la pregunta que hizo a los discípulos, Pedro contestó: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, a lo que Cristo afirmó que tal confesión no fue por intuición humana sino por revelación del Padre que está en los cielos. (Mateo 16:13- 17).
    De las Escrituras derivamos que Jesucristo, es verdadero Hombre y verdadero Dios. Jesucristo era tanto Dios como si nunca hubiera tomado forma de hombre. Todo lo que el Padre ha hecho, está haciendo y habrá de hacer es a través de su Santo Hijo, quien es la Plenitud de la Deidad, la imagen misma del Dios invisible, el Primogénito de toda creación, el que es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten. Con todo, desde aquellos tiempos de Su ministerio terrenal, y hasta el día presente, hay quienes siguen indagando ese enigma de los siglos: “¿Qué Hombre es éste?” (Colosenses 1:13-20).
    Pero, no obstante, las conjeturas erróneas y suposiciones de los hombres incrédulos, Dios resumidamente declara que: “en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad.” (Colosenses 2:9).
    El Apóstol Pablo, por inspiración Sagrada hace uno de las conclusiones mas acertadas que pudiera hacerse acerca de “¿Qué Hombre es éste?” diciendo: “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad(deidad/divinidad): Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria. (1Tim. 3:16).
    Otra vez en los escritos Paulinos, se descubre la sublimidad y la exaltación del Cristo, el Hijo del Dios Viviente. “Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio Nombre que es sobre todo nombre, para que en el Nombre de Jesús, se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es EL SEÑOR, para Gloria de Dios Padre”. (Filipenses 2:9-11).
    Y de nuevo Pablo reitera en la Epístola a los Hebreos: “El cual siendo el resplandor de su Gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la Palabra de Su Poder, habiendo efectuando la purificación de nuestros pecados por medio de si mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Mateo 26:64, Marcos 16:19, Hechos 7:56, Romanos 8:34, Efesios 1:20, Col. 3:1, Hebreos 1:3, 8:1, 10:12; 12:2, 1Pedro 3:22).
    En la Doctrina de la Deidad de Cristo descansa el plan de salvación único. Si Cristo, como se contiende por unos, hubiera sido solo un hombre bueno, un Maestro excepcional y nada más que un gran profeta de su pueblo, su muerte en la cruz no tendría valor alguno y su Resurrección de entre los muertos nunca se hubiera realizado, y vana sería la predicación, sería una mentira nuestra fe, y aun estaríamos en nuestros pecados y seríamos los más dignos de conmiseración de todos los hombres si Cristo no hubiera probado su eterno poder y Deidad con su Resurrección … mas resucitado… Dios lo levantó. En Apocalipsis 1:18 dice de si mismo: “Yo Soy el Primero y el Último, el Alfa y el Omega, el Todo Poderoso; … y el que Vive, y estuve muerto, mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén.”
    Con todo y esto, siempre desde el tiempo de los apóstoles ha habido hombres impíos que se han opuesto a la verdad y a la sana Doctrina, que niegan a Dios el único Soberano, y a nuestro Señor Jesucristo, que vino del Padre y al Padre volvió. Sobre los que tal hacen ya de largo tiempo la condenación no se tarda y su perdición no duerme.
    Los ataques, sobre la Deidad de Cristo, persisten en este nuevo siglo XXI, por profesores en los Seminarios, por predicadores en los pulpitos, por los profanos y murmuradores entre el público, porque el diablo sabe que si siembra la cizaña en el corazón y la mente humana como lo hizo con Eva en el Edén, se derrumbaría la promesa sobre la que descansa la verdad y la esperanza de salvación única. Mas a Dios gracias que nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto ni tampoco se podrá jamás quitar lo que es columna y baluarte de esa gran verdad del evangelio que se personificó en la misma persona de sí Mismo diciendo: “Yo SOY el camino, la verdad y la Vida, y nadie viene al Padre sino por Mí.”
    Oh Bendita Verdad, Verdad indiscutible, indisputable, indubitable e inequívoca: La Deidad de Cristo.
    La Centralidad de la Biblia es Jesucristo desde Génesis 1:1 hasta Apocalipsis 22:21, Su tema y propósito principal es Jesucristo.
    La Biblia toda es Cristo-céntrica. La Centralidad de Cristo en la Biblia no solo consta en que al Padre le agradó que en Él habitase toda plenitud, pero que también en todo tuviera la preeminencia. Nadie le precede; Él supera todo en grandeza y poder y majestad, y esto se evidencia en que:
    ? Todo el sentir Divino eternamente se enfoca en Cristo.
    ? Todo pensamiento y ministerio de los ángeles se concentran en Cristo.
    ? Todo el odio y la astucia de Satanás convergen hacia Cristo.
    ? Toda esperanza humana junto con toda su ocupación deben tener a Cristo como centro.
    ? La creación y la conservación del universo material tiene como centro a Cristo.
    ? Y toda la Palabra Escrita de Dios enfoca y hace de Cristo su centro. La Deidad de Cristo se hace patente en el Antiguo Testamento.
    1. En el Principio Dios (“El” es el nombre singular de Dios, Elohim es el Plural) Génesis 1:1. En este caso se usa la forma plural “Elohim” que figura la Trinidad. En Gen. 1:26 dice: Hagamos al Hombre claramente refiriéndose a la Divina Trinidad.
    2. David escribió en los Salmos: “El Señor dijo a Mi Señor… “(Salmos 110:1)
    3. La profecía de Isaías es de gran significancia cuando difiere entre el hijo nacido y el hijo dado: “Hijo os es nacido, hijo os es dado” (Isaías 9:6). (Conf. Juan 3:16).
    4. Aun Salomón hace la pregunta mil años antes de Cristo: “¿Cuál es el Nombre de su Hijo, si sabes?” (Prov. 30:4,5)
    5. Zacarías: “y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán…” (Zacarías 12:10)
    La Deidad de Cristo exhibida en el Nuevo Testamento.
    1. En su nacimiento: “Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo.” (Gálatas 4:4)
    2. En su Omnipotencia la manifestó
    a. Sobre la Naturaleza
    b. Sobre el Hombre
    c. Sobre los Demonios
    d. Sobre el Pecado
    e. Sobre la Muerte
    3. En Su Omnisciencia
    a. Cuando los discípulos dijeron “Ahora entendemos que sabes todas las cosas”. (Juan 16:30)
    b. Al conocer los pensamiento de los Escribas y Fariseos (Mateo 9:30; Lucas 5:22).
    c. Sabía que Judas le entregaría (Juan 13:11).
    d. Sabía que su hora, para lo que había venido, había llegado. (Confr. Juan 7:30 y Mateo 26:45).
    4. En Su Omnipresencia
    a. Promesa de estar con sus discípulos hasta el fin (Mateo 28:20)
    b. Promesa de estar en medio de los que le adoran, aunque sean 2 ó 3. (Mateo 18: 20).
    c. En la vida cristiana al decir Pablo “Ya no vivo yo, sino Cristo en mí” (Gálatas 2:20), y otra vez hace referencia de la omnipresencia de Cristo diciendo “Porque esta noche ha estado conmigo el Ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo.” (Hechos 27:23). Cristo mismo declara en forma patente y concluyente su Deidad cuando afirma “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30) y “el que me ha visto a mí, ha visto al Padre.” (Juan 14:9).
    Cerramos este artículo sobre la Deidad de Cristo citando a Isaías 9:6 y 7 “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, (cuando al fin venga Su Reino y reine como Rey de Reyes y Señor de Señores) sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.”
    Que dicha, que Gloria, amarle sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no le vemos, nos alegramos con gozo inefable y glorioso, pues como se lee en Hebreos 10:37: “un poquito y el que ha de venir vendrá y no tardara”, para recogernos a Él y compartir con nosotros su Gloria Eterna. Sí, Ven Señor Jesús. Amén.

  2. JESÚS TIENE QUE SER EL MISMO DIOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO

    La venida del Mesías fue profetizada desde la antigüedad, y sería llamado: “Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6), y, también: “Emanuel”, que significa “Dios con nosotros” (Isaías 7:4). ¡Dios con nosotros!, aquí, en la tierra, con los hombres…¿pero, aun hay dudas? Juan el Bautista también tenía sus dudas al respecto, e hizo preguntar, diciendo: “¿Eres tú el que había de venir, o esperamos a otro?” (Lucas 7:20) Jesús envió la repuesta, en clave, con hechos; les dijo: “Vayan, y digan a Juan, lo que ven y oyen: Los ciegos ven, los cojos andad…” (Mateo 11-:). ¿A quién esperaba Juan el Bautista?
    Juan el bautista esperaba la llegada de Dios a la tierra, porque así fue dicho por el profeta: “Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí vuestro Dios viene con retribución, con pago; Dios mismo vendrá y os salvará; entonces los ojos de los ciegos serán abiertos y los oídos de los sordos serán destapados; entonces el cojo saltará como un ciervo…” (Isaías 35: 4-6)
    Si Jesús, no es el mismo Dios del antiguo testamento, entonces tendría que ser un impostor; pero, siendo un impostor, no habría podido hacer obras tan prodigiosas que ningún otro hombre hizo; pero, por cuanto es Dios, demostró con hechos su identidad (Juan 15: 24); como dice luego el apóstol Pablo: “Dios fue manifestado en carne” (1Timoteo 3:16)
    Los judíos no creen que Jesús sea el Mesías profetizado, y menos que sea Dios; tal vez, porque Dios declaró ser el rey eterno de toda la tierra (Jeremías 10:10; Salmos 10: 16); pero un ángel se presenta ante la virgen María y le dice que su hijo sería el rey eterno de Israel (Lucas 1:33). También Dios dijo a Israel: “No conocerás a otro Dios fuera de mí, ni otro salvador sino a mí” (Oseas 13:4); pero un ángel dijo a José, que su hijo adoptivo Jesús, sería el salvador de Israel (Mateo 1:21); y, Jesús también dice: ” No he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo” (Juan 12:47).
    Jesús no dijo explícitamente ser Dios, porque vino como un jefe encubierto; pero, según Juan 1: 1, fue el creador de todo, y era Dios antes de venir al mundo; pero, decidió venir en forma de hombre humilde, como un jefe encubierto, por eso dijo: Nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo (Mateo 11: 27). Su grandeza y majestad no se podía advertir en su apariencia física, pero sí en sus palabras y hechos, por eso sus discípulos dijeron: “¿Quién es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?” (Mateo 8: 27).
    Dios vino de esta forma, para que sea la gente espiritual y no la carnal la que lo reconozca; a éstos últimos cegó sus ojos y endureció sus oídos y les habló en parábolas todas las cosas para que no entiendan ni sean salvos, como había profetizado en Isaías 6: 10.
    Las Buenas Nuevas de Jesús fue predicado en lenguaje críptico para los soberbios y arrogantes, pero fue entendido por los pobres en espíritu y los humildes de este mundo; así como Jesús mismo dijo: “De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios” (Mateo 21: 31).
    En este mundo hay gente soberbia y arrogante, que cree merecer cierto privilegio en frente de Dios, por ser una persona religiosa y correcta; pero hay también gente humilde que reconoce ser pecador y cree que no tiene otro camino para alcanzar la vida eterna, sino por pura misericordia de Dios; como aquél ladrón que siendo crucificado al lado de Jesús, le dijo: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” (Lucas 23: 42); o, como aquél pecador que oraba al lado del fariseo en el templo, diciendo: “Dios, ten piedad de mí, pecador.” (Lucas 18: 13).

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