El Sacerdocio del Creyente

La Biblia declara que los creyentes en Cristo Jesús somos un sacerdocio. “Vosotros también como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” 1Pedro 2:5. “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” 1Pedro 2:9.

La base de nuestro sacerdocio es nuestra relación con Cristo, quien es el gran sumo sacerdote. Es la gracia de Dios que alcanza al pecador quien por arrepentirse y creer en Cristo Jesús es transformado, por el poder divino, en un sacerdocio santo. La iglesia es el cuerpo de Cristo y como tal ha recibido el alto honor de compartir con Jesucristo el sacerdocio. “y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el 40 libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes y reinaremos sobre la tierra”. Apocalipsis 5:9-10.

La Escritura presenta el propósito del sacerdocio de los creyentes hoy en día, al igual que los privilegios que Dios nos da. Hay un marcado contraste entre el sacerdocio del Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento el sacerdocio estaba limitado a una nación: Israel, y a una sola familia: los levitas (Éxodo 28-29). Ellos eran los que conducían los ritos y ceremonias en el templo y eran los únicos que representaban o mediaban por el pueblo delante de Dios.

En el Antiguo Testamento sólo el sumo sacerdote podía entrar al lugar santísimo una vez al año, y solamente él podía hacer expiación por el pueblo (Levítico 16:2-34). En el Nuevo Testamento todos los creyentes en Cristo Jesús tenemos libre acceso todo el tiempo hasta la presencia misma de Dios. “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. Hebreos 4:15-16. Por medio del Señor Jesucristo, podemos acercarnos confiadamente al trono de gracia. No es necesario ya la mediación de sacerdotes humanos para mediar por nosotros delante de Dios, porque cada persona que recibe a Jesucristo es un sacerdote (1Pedro 2:5; Apocalipsis 1:6).

La iglesia del Señor Jesús comparte ese privilegio, pero también tiene una gran responsabilidad que es “anunciar las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas, a su luz admirable”. El creyente en Cristo es sacerdote por esta relación y como tal es responsable por el mundo, y debemos anunciar al pecador el precioso y transformador mensaje del evangelio.

Para cumplir nuestra responsabilidad sacerdotal, Dios nos ha dado “dones”. “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo” Efesios 4:11. “De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría” Romanos 12:6-8. No es mi propósito disertar sobre la permanencia de los dones, sino más bien el propósito de los mismos en relación con el sacerdocio de los creyentes. Basta aclarar que algunos dones son de carácter permanente y otros temporales. Los dones tienen como propósito ubicar al creyente en el área del servicio al cual hemos sido llamados. Por medio del Espíritu Santo, (quien viene a morar en el creyente al momento de entregarse a Jesucristo. Efesios 1:13), el Señor Jesús capacita a cada creyente para cumplir su misión sacerdotal de servicio en el mundo en que vivimos. No somos hechos sacerdotes para formar una “casta clerical”, sino más bien para servir.

La iglesia del Señor no tiene sacerdotes, sino más bien un sacerdocio. Nuestro deber como sacerdotes es servir al Señor según el don que nos dio. Para esto, es necesario que le ofrezcamos a El nuestro cuerpo en sacrificio vivo. “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” Romanos 12:1-2. Sabiendo cual es el don que nos ha dado, debemos de servirle en el poder de Su Espíritu que mora en nosotros. 

Etiquetado: / / / /

3 comentarios en "El Sacerdocio del Creyente"

  1. Dejemos la vanidad de las denominaciones, Y ejercitemos el sacerdocio hablandole a las almas, para que reconozcan a Jesús , Como el Hijo de Dios,y Salvador de la humanidad, La honra y la gloria sea para el Padre, el Hijo, y el Espiritú Santo.Dios les bendiga.

  2. “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” 1Pedro 2:9.

    Para honrar y glorificar a Jesucristo
    mi salvador. amen

  3. Es bueno mantenr los principios biblicos:
    El autor bautista Justo Anderson, en el primer tomo de su monumental obra sobre la historia de los Bautistas, sistematiza siete principios fundamentales de los bautistas (Anderson: 1987, p., 37ss). Aquellos son una especie de descripción de lo que se podría llamar una “teología bautista” y que me permito sistematizar, ampliar y explicar desde mi perspectiva teológica. Así:
     
    1.-El Principio Cristológico: El Señorío de Cristo
    2.-El Principio Bíblico: La Autoridad del Nuevo Testamento
    3.-El Principio Eclesiástico: Una Membresía Regenerada
    4.-El Principio Sociológico: Un Orden Democrático
    5.-El Principio Espiritual: La Libertad Religiosa
    6.-El Principio Político: La Separación entre Iglesia y Estado
    7.-El Principio Misionológico: La Evangelización y las Misiones
     
    Anderson llama a este principio “evangelístico”, pero yo creo que es más adecuado hablar de misionológico. Además, él usa la palabra “evangelismo” que en mi opinión es inadecuada porque la iglesia tiene además otras tareas que hacer en misión.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *